Durante las misiones lunares Apolo hace medio siglo, astronautas estadounidenses descubrieron una enorme cantidad de diminutas esferas naranjas (más pequeñas que un grano de arena) en la superficie de la Luna. Según los científicos, fueron traídas a la superficie por volcanes hace más de tres mil millones de años, durante la formación de nuestro satélite natural.
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Expulsadas por los flujos de lava volcánica, se endurecieron en el gélido vacío del espacio y permanecieron en su estado original, inafectadas por la erosión y la meteorización.
Mediante tecnologías modernas —espectroscopia electrónica y de rayos X—, los científicos han descubierto que cada perla de vidrio es diferente de las demás y almacena información individual sobre numerosas erupciones volcánicas que revelan la historia geológica de la Luna.